Manuel siempre había pensado
que a su primer hijo le pondría Fernando, como su papá. Estaba profundamente
convencido de que los nombres se eligen por algo.
-Uno no puede elegir un
nombre así como así, porque suena bien y punto –le decía siempre a su mamá
cuando ella, harta de repetirlo, le explicaba nuevamente que se llamaba Manuel
porque les había gustado el nombre.
La última vez que Manuel le
preguntó a su mamá por qué tenía ese nombre, en la casa Serrat sonaba de fondo, cantando "Para la libertad". Fue entonces que ella, prestando
más atención a la canción que a la pregunta de su hijo, pudo improvisar por fin
una respuesta convincente.
-Te llamás así
porque a papá y a mí nos gusta mucho Joan Manuel Serrat.
Manuel no tenía
idea de quién era Joan Manuel Serrat, pero el hecho de que hubiese escrito una
canción que hablaba sobre la libertad lo volvía digno de llevar su mismo
nombre.
Por mucho
tiempo, Manuel vivió así, sin hacerse más preguntas, y ciegamente convencido de
que le debía su nombre a un músico que tenía una canción que refería a la
libertad, y como Manuel amaba la libertad, estaba más que conforme con ello.
Sin embargo, hubo un día
cuando estaba en quinto grado que la señorita Gabriela le explicó que había
existido una persona que creó la bandera y entregó su vida luchando por una
patria libre, y que además de todo –como si con eso no bastara- tuvo su mismo
nombre. Desde ese instante y casi sin querer, Manuel estuvo seguro para siempre
de que se llamaba así en honor a Manuel Belgrano.