viernes, 24 de febrero de 2017

Primer día

Viene caminando despacito, no porque vaya tan lento sino porque sus pies son demasiado chiquitos todavía: necesita más de dos pasos para cubrir una baldosa entera. Me pongo a pensar en cuánto habrá tardado en caminar las tres cuadras desde el jardín. La mamá, paciente, le da la mano y lo espera cada vez que decide treparse a alguno de los árboles que hay en la vereda.  

Viene con uniforme y mochilita recién estrenados. Es tan chiquito que el escudo del uniforme es casi del tamaño de todo su pecho y posiblemente quepa entero adentro de la mochila desmedidamente grande que carga.

Viene callado y pensando, hasta que ve un árbol al que no se puede resistir. De a poco empieza a trepar, y cuando no se puede aguantar más la duda que lo está carcomiendo, finalmente le pregunta a su mamá: “¿Y yo voy a ir ahí todos los días?”.  Ella, con un poco de miedo, esboza: “Sí, ¿te gusta la idea?”.

Vienen unos segundos de silencio. Segundos de misterio.


Viene por fin la respuesta: “me encanta”. La mamá feliz, lo mira seguir trepándose al árbol, aunque todavía le falte mucho –mucho tiempo- para llegar a la cima.